Jordi Cañas sobre el acuerdo entre la UE y Mercosur

En esta entrevista, Jordi Cañas subraya el valor estratégico del acuerdo UE-Mercosur y se muestra optimista sobre su futura ratificación en la Unión Europea, pese a los obstáculos políticos que enfrenta.

Jordi Cañas sobre el acuerdo entre la UE y Mercosur
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Entrevista a Jordi Cañas
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Jordi Cañas ha sido eurodiputado en la novena legislatura del Parlamento Europeo dentro del grupo Renew Europe. Como diputado, entre otros cargos, fue titular de la comisión de comercio internacional y presidente de la delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con los países del Mercosur y ponente principal del informe sobre el acuerdo de asociación UE-Mercosur.

Pregunta: ¿Qué ha ocurrido entre 2019 y 2024 para que se haya podido concluir el acuerdo con Mercosur?  

Respuesta: Es cierto que desde hace 25 años se ha intentado elaborar un acuerdo de comercio entre Mercosur y la Unión Europea. Sin embargo, el acuerdo comienza a negociarse en serio durante la legislatura 2014-2019, cuando Cecilia Malmström era comisaria de Comercio. Es en ese periodo cuando el acuerdo se negocia y se cierra. Esos cinco años fueron posibles gracias al liderazgo de esa comisión y, en particular, al trabajo de Malmström, junto con Sandra Gallina, que era la negociadora jefe entre la Unión Europea y Mercosur. Finalmente, en 2019 se concluyó la parte comercial y en 2020 la parte de cooperación.

¿Por qué ha tardado tanto? Bueno, siempre digo que las cosas buenas son difíciles, las cosas importantes son difíciles y las cosas necesarias generalmente también son difíciles. Este no es solo un acuerdo comercial, es un acuerdo político de asociación y comercial entre dos bloques políticos. La Unión Europea es un bloque integrado, mientras que Mercosur tiene sus propias singularidades, como el hecho de que no tiene un presidente único. En 2019 se concluyó la parte comercial y en 2020 la de cooperación.

¿Y qué pasó después? Pues política nacional francesa. Macron decidió utilizar Mercosur como una bandera política interna, centrándose en la deforestación y la falta de compromiso del presidente Bolsonaro en Brasil. En aquel momento, Macron quería enarbolar la bandera verde en Francia debido al aumento del apoyo a los movimientos ecologistas y a una estrategia de reconstrucción de la izquierda francesa en torno a estas cuestiones. También atrajo a los agricultores franceses, especialmente a aquellos más cercanos al Frente Nacional, lo que generó problemas.

El acuerdo no cambió sustancialmente entre 2019-2020 y ahora, más allá de algunos compromisos adicionales. Sin embargo, Francia paralizó el proceso por cuestiones internas. Luego llegó la pandemia de COVID-19, y el acuerdo quedó en pausa, con Alemania incapaz de contrarrestar la posición francesa y España, como siempre, ausente del debate. Esa es la realidad.

¿Ha tardado mucho? Sí, pero no tanto si consideramos que el acuerdo comenzó realmente a negociarse en 2014 y ya estaba cerrado técnicamente en 2019. Lo que ha sucedido después son bloqueos políticos que nada tienen que ver con el contenido del acuerdo en sí.

Pregunta: Mencionas la oposición de Francia. Sin embargo, ¿no ha cambiado la situación entre 2019 y 2024? Por ejemplo, ha cambiado el presidente de Brasil y parece haber más compromisos relacionados con la deforestación.

Respuesta: Primero, lo de la deforestación del Amazonas es un tema muy serio, muy complejo y que da mucho de qué hablar. Es cierto que hay deforestación en la cuenca amazónica, pero principalmente por cuestiones económicas. Se deforesta en Perú, se deforesta en Brasil, se deforesta en otros países. Proporcionalmente, Brasil es de los que menos deforesta. Básicamente, se deforesta para plantar soja y generar espacio para explotaciones agrarias. Esto lo he explicado muchas veces, incluso al ministro francés. Entiendo que políticamente se utilicen ciertos temas como argumentos, pero los argumentos tienen que ser sólidos.

La mayoría de la gente no sabe que Europa ya importa soja de los países del Mercosur sin cuotas ni aranceles. A día de hoy, sin acuerdo, no hay límites ni aranceles. Por tanto, este acuerdo no fomentará más importaciones de soja porque ya importamos lo que queremos. De hecho, esta soja es fundamental para la ganadería europea, ya que necesitamos una proteína vegetal de bajo precio que permita a nuestra ganadería ser competitiva en los mercados internacionales. Es paradójico que los ganaderos europeos se quejen de un acuerdo con una región de la que ya importan soja sin aranceles y que, en parte, alimenta a su propia cabaña ganadera.

La oposición francesa en este caso fue una excusa. ¿Cómo podemos combatir mejor la deforestación o buscar alianzas con los países del Mercosur, que además firmaron los acuerdos de París? Con acuerdos o sin ellos, necesitamos más mecanismos para presionar y colaborar con estos países. Lo más importante es entender que los acuerdos no se firman con gobiernos, sino con naciones. Bolsonaro era un problema en su momento, pero después llegó Lula, y recuerdo un viaje a Brasilia donde hablamos con la ministra de Medio Ambiente brasileña, una histórica defensora de los derechos medioambientales. En esa ocasión, ella le dijo a un compañero francés: "¿Ustedes nos van a dar lecciones sobre el amor que sentimos por la Amazonía y nuestra voluntad de protegerla? ¿Qué se piensan que somos nosotros?". Esa visión, algo neocolonial, no refleja la realidad. En Brasil, la Amazonía es un bien propio, cultural y medioambientalmente importante.

Imagen: Comisión Europea

Pregunta: ¿Qué novedades recoge el acuerdo de 2024 en comparación con el preacuerdo de 2019? ¿El compromiso del Acuerdo de París, la deforestación del Amazonas…?

Respuesta: Sí, es cierto que desde hace 25 años se ha intentado elaborar un acuerdo de comercio entre Mercosur y la Unión Europea. Sin embargo, el acuerdo comienza a negociarse en serio durante la legislatura 2014-2019, cuando Cecilia Malmström era comisaria de Comercio. Es en ese periodo cuando el acuerdo se negocia con Sandra Gallina, quien era la negociadora jefe entre la Unión Europea y Mercosur, y se concluye en 2019.

Esta es la realidad. Siempre decía que las cosas buenas son difíciles, las cosas importantes son difíciles y las cosas necesarias generalmente también son difíciles. Y este acuerdo es un acuerdo difícil. Se cerró en los aspectos comerciales en 2019 y en 2020 se concluyeron los aspectos políticos y de cooperación. ¿Por qué? Porque este no es solo un acuerdo comercial, es un acuerdo político de asociación y comercio entre dos bloques políticos.

Hay ciertas singularidades: la Unión Europea es un bloque político integrado, mientras que Mercosur es un bloque político con características propias. Por ejemplo, en la fotografía del acuerdo aparecen los tres presidentes de los países, pero no hay un presidente del Mercosur como tal. En 2019 se concluye la parte comercial y en 2020 la de cooperación.

¿Qué pasó después? Pues política nacional francesa. Siempre intento resumirlo: los debates técnicos y políticos sobre el acuerdo seguían encima de la mesa, pero eso no era ninguna novedad. Siempre ha habido oposición previa del sector agroganadero europeo a cualquier acuerdo comercial, y este no fue la excepción. Por ejemplo, en 2019, cuando se cerró la parte comercial, el comisario irlandés Phil Hogan ya tenía problemas serios con los ganaderos irlandeses por el tema de la carne. Esto ya se sabía.

Luego llega Macron en Francia y decide convertir el tema del Mercosur en una bandera de política nacional. En ese momento, el argumento fue la deforestación y la falta de compromiso del presidente Bolsonaro en Brasil. Macron quería enarbolar la bandera verde en Francia debido al creciente apoyo a los movimientos ecologistas y a una estrategia de reconstrucción de la izquierda francesa en torno al movimiento verde. Tomó esa bandera, atrayendo también a los agricultores que estaban más cercanos al EPEN y al Frente Nacional.

Ahí comienzan los problemas. El acuerdo, que estaba cerrado, apenas tenía diferencias entre 2019-2020 y ahora. Había algunos compromisos adicionales, pero quien paralizó todo fue Francia, por cuestiones internas. Luego llegó la pandemia de COVID-19 y la situación quedó en pausa. Alemania no supo contrarrestar la firme posición de Francia, y España, como siempre, ni aparece ni se le espera. Esa es la realidad.

¿Es un acuerdo que ha tardado mucho? Sí, pero no tanto si lo comparamos con otros procesos. El acuerdo realmente comenzó a negociarse en serio en 2014 y se concluyó técnicamente en 2019, aunque después se paralizó de forma irresponsable durante cinco años.

Pregunta: Hablando de la voluntad europea de ampliar mercados, ¿no crees que las regulaciones europeas dificultan demasiado la vida a nuestros productores o a los que producen fuera pero quieren vender aquí?

Respuesta: Sí y no. Hay un exceso de regulación en algunos casos, pero también hay una lógica detrás de muchas normativas. Por ejemplo, mencionas esos pequeños chascarrillos, como el "taponcito" de la botella, pero también tenemos casos como el del conector USB-C, que se ha convertido en un estándar global. Esa regulación europea ha simplificado la vida de los consumidores y ha impuesto nuestro estándar al mundo. Por lo tanto, a veces estas regulaciones nos favorecen porque establecen normas que otros deben cumplir.

Dicho esto, es cierto que en ocasiones complicamos innecesariamente la vida de nuestros productores. Por ejemplo, hay productos que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) considera seguros y que se pueden usar en terceros países, pero aquí hemos decidido no permitirlos. Esto genera desigualdades para nuestros agricultores, que se enfrentan a costes más altos y a una competitividad reducida. También es cierto que hay países europeos que van más allá de lo exigido por la Unión, como Francia, y eso crea tensiones internas.

Al final, nuestras regulaciones tienen un propósito: garantizar la seguridad, la calidad y los derechos de los consumidores. Europa no es un titán militar como Estados Unidos ni uno económico como China, pero sí es un titán regulador. Nuestros estándares son una forma de liderazgo global y nos ayudan a mantener nuestra competitividad en los mercados internacionales. Sin embargo, es fundamental que esas regulaciones no se conviertan en un obstáculo insalvable para nuestros propios productores. Ese es el equilibrio que debemos buscar.

Pregunta: ¿Qué probabilidades reales existen de que el acuerdo al que se ha llegado sea ratificado por la Unión Europea y vea la luz, especialmente la parte comercial?

Respuesta: Es una situación compleja, pero creo que hay fundamentos para el optimismo. La división del acuerdo entre la parte comercial y la de asociación surge por una sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo, que establece que la política comercial es competencia exclusiva de la Unión Europea. Esto significa que la parte comercial no necesita ratificación por los parlamentos nacionales, solo por el Parlamento Europeo y el Consejo. Por otro lado, la parte de asociación, que implica competencias compartidas, sí requerirá aprobación a nivel estatal e incluso subestatal, como en el caso de Bélgica.

En cuanto a Francia, seguirá haciendo ruido y utilizando su diplomacia para intentar bloquear el acuerdo. Sin embargo, creo que no tendrá una minoría de bloqueo en el Consejo, a menos que ocurra algo excepcional, como un "cisne negro". Alemania ya ha dado luz verde, y esto ha sido un paso clave. En el Parlamento Europeo, aunque el crecimiento de partidos proteccionistas podría complicar las cosas, creo que la mayoría será consciente de la relevancia histórica de este acuerdo.

Europa necesita este acuerdo para fortalecer sus relaciones comerciales y políticas con Mercosur, que es una región estratégica. No podemos seguir quejándonos de la creciente influencia de China en América Latina mientras no hacemos nada. Este acuerdo es clave para consolidar nuestras relaciones con un aliado natural como Iberoamérica, compartimos lazos históricos, culturales y económicos. Además, debemos comunicar mejor a nuestros ciudadanos, especialmente a los agricultores, los beneficios y oportunidades que ofrece este acuerdo, desde la apertura de mercados hasta el cronograma de reducción de aranceles.

Creo que, con este enfoque, en un año o año y medio podríamos tener el acuerdo ratificado. Será una herramienta clave para el comercio europeo en un contexto global cada vez más competitivo.

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