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Estamos cerca del ecuador del programa Next Generation de la UE y de momento, pese a suponer una movilización récord de recursos, sus resultados están siendo muy pobres: apenas se han desplegado el 21% de los fondos, el impacto económico no está claro y pocos europeos conocen el programa.
Pronto vamos a llegar al ecuador del horizonte temporal indicado por las instituciones europeas para el despliegue de los fondos Next Generation EU (NGEU) y toca hacer balance.
Con un presupuesto total de 806.900 millones de euros, equivalente al 5% del PIB de la Unión, estos fondos se plantearon como una especie de segundo “Plan Marshall” para “reconstruir” las economías europeas tras los reveses causados por la pandemia del coronavirus.
La pieza central de los fondos NGEU, que canaliza prácticamente el 90% de ese presupuesto, es el Mecanismo para la Recuperación y la Resiliencia (MRR), un instrumento que concede subvenciones y préstamos para impulsar que los estados miembros lleven a cabo reformas e inversiones. Acciones que tienen como objetivo no solo a estimular el crecimiento, sino también acelerar la llamada “transición energética” o la digitalización de la economía.
Si la UE de por sí ya resulta ajena a muchos europeos, que consideran que su capacidad para influir en las decisiones que se toman a miles de kilómetros de su país es casi nulo o que esta no tiene en cuenta las particularidades de cada uno de los Estados Miembro, un programa de inyección de dinero “tutelado” no tenía muchas papeletas para ayudar a cambiar esa idea. ¿Y la verdad? Los resultados no nos hacen pensar algo diferente.
La información acerca del desempeño de los fondos europeos es escasa y no es fácil de entender. La Comisión Europea tiene todo un apartado dedicado a estos en el que se indica que casi un año y medio después de la puesta en marcha de los fondos, sólo se han alcanzado un 10% de los hitos comprometidos por parte de los diferentes Estados Miembros. De estos objetivos, la mayoría son reformas.
En cuanto al dinero desembolsado hasta el momento, la Comisión Europea señala que ya se han desplegado unos 152.820 millones de euros (105.710 en subvenciones y 47.110 en préstamos), poco más del 21% del dinero disponible para el MRR (723.800 millones de euros en total).
Quizás a muchos os puede parecer que se trata de cifras impresionantes, pero si las analizamos con perspectiva y mirada crítica nos daremos cuenta de que no todo es tan maravilloso como parece a primera vista.
Si el horizonte temporal de ejecución de estos fondos es 2026, eso quiere decir que estamos a punto de llegar al ecuador del plan, pese a lo cual los desembolso superan ligeramente el 20% en lugar de una cifra más próxima al 40%. Y eso no es todo. El dinero desembolsado no es equivalente al dinero ejecutado. Lo único que nos muestra es que esos fondos han llegado a las cuentas nacionales de los diferentes Estados miembros, pero no que hayan sido puestos en marcha, que se hayan publicado las convocatorias y, aún menos, que las empresas hayan empezado a recibirlos.
Como es habitual, hay varias razones detrás del retraso. Sólo 13 países presentaron sus planes antes de la fecha límite inicial (el 30 de abril de 2021), mientras que 24 lo hicieron a finales de junio de 2021, Malta en julio de 2021, Bulgaria en octubre de 2021 y los Países Bajos en julio de 2022.
A su vez, países como Chipre, Italia, Grecia y Portugal han retrasado la presentación de sus solicitudes de desembolso y todavía no han solicitado el primer pago (Comisión Europea, 2023). Los pagos posteriores al desembolso inicial que se produce una vez aprobado el Plan de Recuperación nacional, se realizan a petición del Estado y tras una evaluación positiva por parte de la Comisión sobre el cumplimiento de una serie de hitos y objetivos. En algunos casos se han tardado en implementar las reformas estructurales necesarias.
En 2021 y 2022 los planes de gasto nacionales del NGEU no se ejecutaron en su totalidad. Las previsiones para 2023-2026 indican que los Estados miembros tienen previsto alcanzar los objetivos de inversión en los años restantes del NGEU, especialmente en 2025. Pero no está tan claro que vayan a poder absorber tal cantidad de recursos en los dos últimos años.
Por último, barreras externas como la inflación han sido una piedra en el camino para la puesta en marcha de estos fondos, pues ha llevado a la revisión constante de contratos de adquisición y licitaciones públicas. También ha habido obstáculos internos, como la falta de coordinación entre niveles administrativos, la falta de conocimiento de los técnicos de las Administraciones Públicas, o el escaso control sobre la puesta en funcionamiento de los fondos.
Todos estos problemas probablemente hagan que el impacto de los NGEU sea menor al que se pronosticó en un inicio. Sin embargo, y por el momento, tampoco tenemos muchas herramientas para saber cuál está siendo su impacto real en la economía, y eso, de nuevo, denota un problema de falta de transparencia y de trazabilidad en un programa que maneja cantidades de inversión récord.
Lo que sí sabemos es que no está muy claro que este nuevo Plan Marshall vaya a contribuir a generar un mayor sentimiento de pertenencia a la UE. Mientras que poco más del 50% de los ciudadanos de la UE afirman conocer el Plan de Recuperación de su propio país, solo 1/3 ha visto, oído o leído algo sobre NextGeneration EU, Por supuesto, esta cifra varía extremadamente entre países, desde el 14% de Estonia hasta el 46% en España o el 62% en Italia.
Sobre sus resultados en términos de impacto económico y mejora del sistema productivo, eso ya mejor lo dejamos para otro día… O, quizás, lo podemos resumir de forma sucinta: ni están ni se les esperan.